viernes, 23 de enero de 2015

¿Por qué educación sexual?

La educación sexual tendría que situarse como una de las enseñanzas más primarias que todo ser humano tendría que tener derecho a recibir, de una manera adecuada y adaptada a sus posicionamientos o intereses ante la vida.
Hoy en día la educación sexual de emergencia que se ofrece (cuando se ofrece) está centrada en la salud genital para evitar contagios y sobresaltos relacionados con la reproducción como si fuera un cursillo de primeros auxilios ofrecido por voluntariosos profesionales de la salud de cualquier ONG.
La educación sexual de emergencia que todavía hoy sigue impregnando bastantes de las intervenciones que se realizan en el ámbito formal o informal del entorno educativo se basan en el peligro, en el ¡cuidado!, en la enfermedad y en la descorporalización de la sexualidad.
Imaginemos a Karlos Argiñano en cualquiera de sus programas televisivos dando información sobre las enfermedades que podrían coger los y las televidentes sino limpiasen las verduras que están a punto de cocinar. Imaginemos que en vez de ofrecer la receta correspondiente, con sus variantes y su afan por introducirnos en el mundo de la cocina dedica la mayoría del programa a alertarnos sobre los peligros que tendríamos si no mantenemos unos niveles de limpieza adecuados para cocinar, sino elegimos productos con garantias sanitarias, sino nos lavamos las manos ante de preparar un suculento plato,... ¿Alguien osaría a cogerle el gusto a esto de la cocina con toda esta retahila de despropositos desalentadores y temerarios?
Pues esto mismo ocurre con algunas intervenciones educativas que, todavía hoy, se siguen realizando. Centran el debate en los peligros, en una visión culpabilizadora y culpabilizante del Hecho Sexual Humano. Como diría Efigenio Amezúa, en una educastración sexual.
Alguno/a podrá decir que la salud, la salud sexual y las medidas sanitarias en los alimentos son importantes para nuestro desarrollo y, por supuesto, nadie le podrá decir que no, pero centrar el debate en los peligros crea un desasosiego que no repercute en una visión positiva, ni de nuestro cuerpo, ni de ningún otro ámbito de nuestra existencia. ¿No os parece excesivo y bajo sospecha tener que recitarle, con pelos y señales, a cualquier adolescente la larga lista de infecciones y enfermedades de transmisión sexual, con su ficha, síntomas, consecuencias y tratamiento, como si fueran estudiantes de medicina?
La educación sexual no debe basarse o centrarse, siguiendo de nuevo a Efigenio Amezua, “en decirles algunas cosas para que sepan entretenerse con esos juguetes que son sus genitales y para que no los deterioren mediante su ejercicio" sino en una apuesta corporal centrada en el sujeto, en el sujeto sexuado que tiene a su alcance un sinfín de propuestas cultivables.
El cuerpo es la plataforma que hace posible que nuestro ser sexuado adopte la forma y contenido que crea conveniente teniendo en cuenta varias variables o circunstancias que se articulan en cada sujeto de una manera biográfica.
La biografía sexual es por lo tanto una de las claves ineludibles para dotar a la educación sexual de una arquitectura propia, cambiante y adaptada en todo momento al trípode bio/psico/social que cada persona tiene que ir descubriendo, desarrollando y dándole entidad en cada momento de su vida. Por lo tanto en cada etapa vital necesitaremos una educación sexual diferente. Una educación sexual que se adapte a nuestras necesidades y deseos y que, implemente nuestra realidad corporal con el mundo que nos rodea.
Este trabajo personal que cada persona tiene el derecho y el deber de realizar es en realidad la educación sexual que necesitamos, con ayuda o sin ayuda, para afrontar nuestra existencia en las mejores condiciones y con cotas de felicidad aceptables.
En la infancia, desde el nacimiento, la educación sexual debe ir encaminada a la aceptación del yo y del nosotros/as, de una identidad sexual que hace reconocernos en una realidad corporal y sexuada. En este proceso jugará un papel fundamental el juego con el cuerpo a través del baile, del ejercicio físico y del contacto con el cuerpo del prójimo.
En la pubertad este proceso anterior debe continuar aceptando los cambios corporales en positivo y, en paralelo, construyendo una erótica que nos permita exteriorizar e interiorizar nuestras emociones y deseos.
En la juventud todos estos procesos irán afianzándose hacia unas percepciones personales y sociales que nos capaciten como sujetos deseantes y deseados en interrelación con nuestro entorno.
En la edad adulta y hasta el último de nuestros días será preciso ir revisando todo nuestra construcción sexual que hemos ido concretando día a día y que ha ido perfilando nuestra biografía sexual. Esta revisión y toma de decisiones es imprescindible porque los avatares de la vida van a ir recolocando continuamente nuestros deseos y emociones. Si nuestras relaciones sexuales, familiares, sanitarias, afectivas, convivenciales y económicas no son iguales en las diferentes etapas de nuestra vida no podemos mantener unos mismos esquemas de entender nuestra sexualidad, nuestro cuerpo, nuestra erótica y la manera que tenemos de tener relaciones sexuales. La sexualidad irá perfilándose como un tratado de arquitectura donde diferentes variables irán resituando nuestros gustos hacia la construcción continua y cambiante de nuestro modelo de sexualidad. 

Oskar Aranda Pedagogo, coeducador y sexólogo. 

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